Conéctate con nosotros

Subscribe

Perfiles

Tiburcio Mallaupoma: Evocación al padre de la tunantada

Un viaje por la biografía del creador de la orquesta típica Lira Jaujina, contada por su hijo Jaime Mallaupoma.

(Ilustración: Andrés Mendoza; revista Crónika)

“El padre de la tunantada”, ese es mi papá. Aunque murió hace 36 años, su presencia se ha hecho eterna. Más aún hoy, cuando Jauja danza y la gente es feliz por toda la herencia histórica, construida por mujeres y hombres enamorados de su tierra; prolíficos artistas, sensibles y maravillosos como Tiburcio Mallaupoma Cuyubamba, mi padre.

De la unión de Hermenegildo Mallaupoma y Ana Cuyubamba, nació mi padre, el 11 de agosto de 1907, en el anexo de Iple, Parco. Pasaron solo 5 años para que mi abuelo lo dejara huérfano y en total pobreza junto a Obispo, su hermano mayor. Este adquirió un violín que desde un inicio llamó la atención de mi padre. Tenía apenas 6 años cuando quedó fascinado por el instrumento. Un día el tío Obispo lo pilló jugando con el violín. Otro día, cuando el tío iba a viajar, decidió colgar el violín en lo más alto de la casa, pero todo fue en vano: mi padre desplegó una frazada atada a cuatro estacas e hizo caer el instrumento, pero el hermano lo sorprendió una vez más.

─Ya puedo tocar este violín ─dijo Tiburcio temeroso.

─A ver ─desafió Obispo.

El violín desapareció a los pocos días y Tiburcio no lo volvió a ver nunca más. Mi padre habría adquirido entonces el deseo de tener su propio violín.

A los 7 u 8 años, en enero, mi padre partió a Jauja, a pie, para vender huevos en su quipecito. Al llegar a Yauyos fue sorprendido por una orquesta de músicos. Ahí estaba el violinista Villarruel de Huaripampa. Al verlo humilde y desalineado, los músicos se burlaron y lo empujaron, provocando que los huevos se rompieran.

Visitando a su abuelo Aurelio, en Paccha, encontró un violín abandonado en la casa y sin cuerdas. Mi padre tendría unos 10 años y vio en aquella visita la posibilidad de armar su propio violín. Su abuelo le pidió cinco soles, un monto elevado para mi padre, pero ahí estaba la oportunidad. Mucho dinero en aquel tiempo. Su madre aceptó otorgarle 2 soles y 50 centavos. Apareció entonces Virgilio, el otro hermano, mi tío, que trabaja en la mina. Mi tío Virgilio colaboró con lo restante y el violín, por fin, yacía en las manos de quien más adelante iba a ser mi papá, y también llegaría a ser el padre de la tunantada.

Él mismo contaba que se pasó la noche entera cambiando las cuerdas de una guitarra a las dos primeras cuerdas del violín. Las otras dos cuerdas graves fueron adaptadas con tripas de carnero. El arco se construyó con un palo de “milo”. Quince días después, don Germán de la Cruz, natural de Pachascucho, se convierte en el primer maestro. Le enseña a afinar y le vende un arco usadito. A los 3 meses nomás, Tiburcio ya tocaba de oído algunas canciones conocidas en La menor. Sorprendentemente es solicitado para una herranza en Ipas en temporada de carnavales. Muy alegres, los asistentes exigen al joven músico tocar el huaino llamado Verde monillo. Pero Tiburcio tenía pocos temas en el reportorio. Por poquito y lo botan. Felizmente recibió el pago prometido: un cordero negro con cachos. Y así lo pidieron en zafacasas, matrimonios, cumpleaños, bautizos.

Tenía 13 años cuando recurre al maestro Felipe León, en Yauyos; luego al profesor Roberto Caro, director de la banda del colegio San José. Por fin conoce la verdadera posición con la que se toca el violín, las notas musicales, las escalas, tonalidades, compases, etc. Con la teoría encima y 16 años a cuestas, el maestro Sabinos Blancas lo contrata para tocar en Orcotuna, en la fiesta de la Virgen de Cocharcas. El joven músico cae muy bien y recibe el aprecio de los aficionados. En mayo conoce Cerro de Pasco donde bailan chonguinada músicos famosos como Ascario, Pastor Díaz y Juan Quiroz. Regresa a Jauja para tocar en Marco, luego a Chocón, también Xauza Tambo, después Muquiyauyo, Huaripampa, Tarma, Junín, Huancavelica, Lircay, Pampas.

«En 1932 funda su orquesta, denominada “Los líricos de Jauja”

En 1930 forma el conjunto “Centro musical Jauja”, organizado por el Dr. Víctor Manuel Vásquez. Fue una orquesta que no tuvo rival. En 1932 funda su orquesta, denominada “Los líricos de Jauja” junto a Virgilio Mallaupoma, José Canchari, Miguel Rojas, Teodoro Rojas, Sabino Hinostroza, Eusebio Arenales, Hilario Torres, Canchaya y Chuto Terrazos (quenistas), y Pablo Moreno (bajista y arpista). En 1938, la orquesta se afianza pero como “Lira jaujina”, esta vez con León Mallma, Esteban y Tomás Palacios, Emilio Beltrán, Oswaldo Misari, Sergio y Anasto Mayta, Teodoro Rojas, Oswaldo Vílchez, Domingo Canchari. Al poco tiempo realizan su primer viaje a Lima, contratados por Ponciano Iporre para amenizar una fiesta deportiva organizada por los residentes de Masma. Para el evento, anunciaron su presentación en emisoras radiales, tocando temas de autoría de mi padre: Perdón y olvido; Bajo el monte; Basta, corazón, no llores; Mala hierba; El caminito de Huancayo; Ladrón de amores, entre otros.

Tiburcio Mallaupoma, el primero de la derecha, y la orquesta Lira Jaujina. (Foto: El Virrey)

La orquesta típica Lira Jaujina fue invitada, en 1950, al Ministerio de Educación en Lima por José María Arguedas para grabar discos gratuitamente. Al año siguiente, participó en el gran concurso de Amancaes. Aquella vez, ganaron y recibieron mil soles de oro pero no fue la única ocasión. Al año siguiente, el Concejo del Rímac también los premió con la misma suma y radio Excelsior de Lima les otorgó una medalla de oro y pergaminos en reconocimiento a su excelente trabajo musical. Desde entonces, no pararon los éxitos en coliseos y plazas. La consagración de la Lira Jaujina se consolidó frente a orquestas de Huancayo, Tarma y Cerro de Pasco. Los reconocimientos sumaron alrededor de 300 trofeos, 500 pergaminos y más de 1000 temas propios. Mi padre declaró, ante Apdayc, más de 300 composiciones.

(Tiburcio Mallaupoma. Archivo familiar)

La Lira Jaujina fue reconocida en 1963 por la Casa de la Cultura del Perú; a la vez, Tiburcio Mallaupoma fue nombrado “Recopilador de la música folclórica del centro”. Su producción fue grabada en varias disqueras: MAG, Virrey, Philco, Iemsa, Sono Radio. En algunas, recibió réditos, en otras no. Su amor por la música trascendía los beneficios económicos. Pero no solo ello, papá también compuso vals y paso doble. Cuando dejó la Lira Jaujina, esta iba por la cuarta  y quinta generación, la mejor de todas, la década de los 70, donde se define el Trío de Oro, conformado por Julio Rosales, Teodoro Blancas y Juan López. Todo un récord de ventas para la disquera Virrey fueron los LP Sin rival y Serenata jaujina.

Papá también dejó discípulos legítimos como Silvestre Limaylla, Cresencio Marcos, Jesús Palacios, quienes, por coincidencia, llegaban juntos a Iple. Todos terminaban cultivando maíz y estaban muy bien preparados para ganar concursos de orquestas en el Coliseo Nacional en Lima. Y, claro, mi padre es el responsable de poner la “tercera” del huaino, pues antes se tocaba la primera y segunda, luego se volvía a la primera dos veces y fin. Pero es él quien pone la tercera parte al huaino, que se considera la “principal”, incluso para poder zapatear en la octava y el sentir del tunantero. También es el primero en incorporar un saxofón a la orquesta. “Tú tienes la culpa, ahora hay más de quince, puro chimeneas es la orquesta”, le decía don Leoncio Mallma a mi papá. Esa es una de las razones para considerarlo el Padre de la Tunantada.

La Lira Jaujina es la primera en incluir a un vocalista, preclaro cultor de mulizas y huainos: Juan Bolívar Crespo. Luego tocaron junto a Picaflor de los Andes y Flor Pucarina. Nunca hubo problemas en compartir temas con los más grandes intérpretes de la región. Mi padre era tan generoso que regalaba alguna de sus composiciones: Lágrimas de madre, a don Esteban Palacios, por ser muy cabal y cortés; Airampito, a Tomás Palacios; Caminito de Huancayo, al Dr. Virgilio Reyes, quien escribió la letra; Sombrerito jaujino, a Fredy Centy (Pacharaco); Llorando en Pachamalca, a Fortunato Quintana; Jara Arteaga, a Juan Bolívar; y varios temas a Picaflor de los Andes. 

(Audio del tema Presencia de Jauja, composición de Tiburcio Mallaupoma, interpretado por la orquesta Lira Jaujina)

Cuán grande sería la consideración y el respeto a mi padre por su gran espíritu benevolente, cuando prestaba dinero, compartía alimentos, que plantaron chaguales en los cerros previniendo su protección.

Tiburcio Mallaupoma Cuyubamba fallece el 2 de enero de 1978, en La Oroya, debido a una insuficiencia renal. De su primer compromiso con Fortunata Ninahuanca nacieron 3 hijos: Ligoria, Hever y Enma Mallaupoma Ninahuanca. Cuando enviudó contrajo un segundo compromiso con Ricardina Nonalaya, quien perdió a su esposo a los 52 años. Con él tuvo 6 hijos: Ida, Sofía, Jaime, Tiburcio, Edith y Ana. Actualmente sus restos descansan en su tierra natal, Iple. Allí llegaron, llegan y llegarán los músicos y amantes de la tunantada, quienes reconocen el valor del Padre de tan hermosa fiesta. Sin embargo, aún hay un sabor amargo pues ninguna autoridad le otorga el homenaje debido. Mi padre partió hace 36 años pero su presencia imperecedera vive en el rinconcito de cada corazón jaujino con una muliza, un huaino o un canto eterno impregnado en el pedacito de cielo.

(Texto original publicado en la revista Crónika, edición N° 5, 2014)

Comentarios

4 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Conéctate