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Diálogo de cuerdas: Luciano Quispe y Manuelcha Prado
El arpista Luciano Quispe y el guitarrista Manuelcha Prado tendrán un reencuentro en el Gran Teatro Nacional de Lima. Conversación con dos íconos de la música de Puquio.
Tenía 16 años. Agosto. Mediados de los años ochenta. Era ya de noche. Desde un rincón, bajo el frío de la plaza de Puquio, el adolescente escuchó, sorprendido, una rareza musical que emergía desde un parlante de la municipalidad. Sonaba como un huaino. Conforme acercó sus pasos, reconoció la melodía nítida de una danza de tijeras. Sonaba como un arpa, pero no era un arpa.
Curioso y algo tímido, el adolescente se acercó aún más al local del municipio. Quería descubrir quién tocaba ese instrumento que sonaba como un arpa, pero no era un arpa. Allí, en el interior, observó a un músico ejecutando una danza de tijeras en un formato de solista. Era una entrevista en vivo, desde una radio que tampoco era una radio.
En realidad, se trataba de una cabina instalada en el municipio. Desde allí trasmitían una programación musical a través de un altoparlante. El entrevistador era un conocido del pueblo: Henry Bendezú. El programa tenía un nombre: La voz de Lucanas. Lo que sonaba como un arpa era, en realidad, una guitarra en las manos de un joven del pueblo: Manuelcha Prado. Y el adolescente era Luciano Quispe.
Aquel fue el primer acercamiento entre dos personajes hoy representativos de la música andina peruana. Todo ocurrió por el año 1985. Agosto. Temporada de la sequía o fiesta del agua. Eran días de la festividad más grande del pueblo.
“Yo era un poco tímido”, confiesa Luciano Quispe. “Era la fiesta de sequía de Puquio y, entonces, yo escucho por el altoparlante una guitarra, pero una guitarra que parecía arpa. ¿Quién es ese?, me pregunté. ¡Pero es arpa, no es guitarra!, pensaba. Y me acerqué para ver. Y era Manuelcha, joven, sin su melena y sin barba aún”, recuerda, con la distancia de unas cuatro décadas de vida.
Es una tarde de viento en el sur de Lima. Noviembre, 2022. Nos acompaña en la conversa Manuelcha Prado. Ambos alistan un recital en el Gran Teatro Nacional, junto con Nancy Manchego. Brotan los recuerdos.
Los encuentros
Tras aquel primer acercamiento en Puquio, pasaron unos cinco años para que Luciano Quispe vuelva a coincidir con Manuelcha, pero ya como músicos. Ocurrió en Lima.
—¿Te acuerdas Manuel? —le pregunta Luciano—, en plaza Grau había una peña que ya no existe, en la vía Expresa. Ahí ha sido el primer contacto contigo.
La peña se llamaba Mi Perú y lo administraba una puneña de nombre Adriana Condori.
Para entonces Luciano ya había desarrollado la técnica del arpa solista, por influencia familiar. Y la guitarra de Manuelcha también había incidido de una manera determinante en todo su trabajo.
“Yo tocaba con un buen quenista de Cusco —recuerda Luciano—. Como ya habíamos escuchado a Manuelcha tocando la danza de tijeras en guitarra, a mi amigo le dije: si tocan con guitarra, por qué no hacemos Wallpa Waqay (danza de tijeras) con quena”.
“Era una travesura interesante”, dictamina Manuelcha Prado, quien llegó a escuchar aquella danza de tijeras con la quena reemplazando al sonido agudo del violín.
Ambos músicos siguieron cruzándose en conciertos en varias regiones, hasta que un día fueron contactados desde el Estado para tocar juntos en una actividad por el día del agua. Fue la primera presentación a dúo. El primer diálogo musical en sonido de cuerdas. Los tañidos graves del arpa y los glissandos de la guitarra andina.
Influencia mutua
Explica Manuelcha que en los músicos hay una dinámica de mucho intercambio. Aprendizaje mutuo. Descubrimiento.
“Cuando llegué a Lima, escuché a don Raúl García Zárate tocar un toril. Pero no sabía cómo estaba bajeando. Me propuse verlo, pero no daba conciertos en Lima. Entonces me enteré por los medios que iba a Trujillo y me presté para mis pasajes y viáticos, y viajé. El Toril estaba en el programa. Me senté en primera fila. Ahí veo que el maestro mueve las llaves de la quinta y sexta cuerda. Tres vueltas y un poquito más. Con eso regresé feliz”, celebra.
Manuelcha Prado comenta que en el arpa de Luciano Quispe encontró riqueza en los sonidos para poder interactuar musicalmente juntos.
—¿Qué imaginas cuando te propones ejecutar en dúo con el arpa de Luciano? —le pregunto.
—El color del instrumento del arpa es distinto —explica Manuelcha—. El arpa técnicamente juega con los arpegios con la mano derecha; entonces yo tengo que encontrar intersticios para meterme por entre estos arpegios y sorprender.
—¿Y tú cómo te planteas este diálogo entre la guitarra y el arpa, Luciano? —le pregunto.
—El arpa es de notas exactas —responde Luciano—. No hay glissandos. Por eso cuando tocamos, yo le miro y el entra con su ejecución y ahí concatenamos bien. Hay un juego de cuerdas. Ya no hay vacíos.
—¿Te acuerdas, Luciano, cuando fuimos a Wallpa Waqay (programa de Isaac Sarmiento)? —interviene Manuelcha— Él estaba tocando huainos clásicos ayacuchanos en el arpa y yo empecé a jugar con la guitarra, porque estaba a su lado, y casi nos mandamos a grabar. Yo le estaba haciendo unas segundas.
Era la reafirmación de que la guitarra y el arpa pueden conversar amenamente. Pero Luciano reconoce además en Manuelcha una influencia para reencontrarse con la música más escondida de los pueblos: “La música indígena es más pura. Eso fue un aprendizaje para mí”, reflexiona, luego de recordar que en cierta etapa de su carrera se estaba distanciando de los cantos de los abuelos de su natal Puquio.
Le pregunto a Luciano si luego de escuchar tempranamente a Manuelcha ejecutar danzas de tijera en solo de guitarra se atrevió él a explorar las danzas de tijeras en solo de arpa.
“Sí —responde—, tanto así que me he atrevido, sin saber, a tocar música huancavelicana navideña (danza de tijeras de Huancavelica)”. Ocurrió en el pueblo de Laramarca y en la comunidad quedó una grabación en audio como testimonio del experimento.
Luciano reconoce que la búsqueda y experimentación los heredó de músicos como Manuelcha Prado y Raúl García Zárate.
Manuelcha incluso reconoce en la música de Luciano algunos arreglos en los bajos que provienen de la guitarra ayacuchana. “Técnicamente, los guitarristas sabemos que ese pasaje viene de una guitarra, pero se convierte en parte integral del artista, igual que yo: bebí de la fuente del violín y la guitarra indígena, pero en la medida que voy incorporando, ya se convierte a Manuelcha”, sentencia.
Han pasado cerca de cuatro décadas y Luciano, aquel adolescente tímido que descubrió el canto del arpa en una guitarra volverá a interactuar con Manuelcha, en el escenario más importante del país: el Gran Teatro Nacional. El arrebato del arpa. La guitarra embrujada. Dúo de voces. Todo el sonido entrañable del pueblo arguediano de Puquio. Juntos de nuevo.
NOTA: El concierto El Sonido de la Tierra se realizará este sábado 12 de noviembre, a las 8 p..m. en el Gran Teatro Nacional. Junto con ellos estará Nancy Manchego y el conjunto Ensamble del Sonido de la Tierra, que dirige Herbert Merino. Las entradas están disponibles en Teleticket. (Informes: 999499899).
(Versión ampliada del texto original publicado el 31 de octubre en la sección Cultura de la edición impresa del diario La República).