—¡Vamos, Susana!
Los aires de una marinera pasean por la extensa vivienda de paredes blancas y techo de bambú. Soleada tarde en Cañete. A unos doscientos metros, coquetas gaviotas danzan sobre la playa. Son, en cierto modo, las vecinas de Susana Baca, quien ahora se desplaza enfundada en un vestido negro entre las buganvillas rojas del patio de su hogar.
—¡Vamos, Susana, entra!
Susana está entre que quiere y no quiere cantar. Es un domingo de enero. Día de visita. Por primera vez, Gabriel Alegría y su sexteto pleno de jazz afroperuano han llegado hasta este rincón añorado y simbólico para la música afroperuana, como parte del Tour Raíces 2019.
—¡Resbalosa, resbalosa!
Susana acaba de caer en la tentación de la guitarra de Mario Cuba y el cajón de Freddy “Huevito” Lobatón, integrantes del sexteto. Pide un acorde menor y, a la voz primera, evoca una marinera del maestro Carlos Hayre: “María Manuela, la caporala, se fue a la pampa y a trabajar…”
Susana Baca y Gabriel Alegría en Cañete from Etnias Patrimonio Musical on Vimeo.
Era solo el inicio. El Tour Raíces 2019 llegó hasta Cañete con un puñado de ciudadanos norteamericanos. Es una tradición: desde que Gabriel Alegría optó por estas giras de reencuentro con las raíces de la música afroperuana, siempre se han sumado periodistas e investigadores interesados en el inacabable repertorio peruano.
“Este era el abuelo del cajón”, les dice a los visitantes en esta tarde Ricardo Pereira, esposo de Susana e incansable anfitrión, mientras arranca el sonido acústico de una inmensa calabaza y explica que en América Latina hay cinco lugares con modelos similares.
Ricardo explica que la casa es también un centro experimental de música. Un grupo de seis jóvenes de Cañete, en efecto, se encargarán luego de mostrar parte de los arreglos que vienen trabajando en ritmo afro con harta presencia de la guitarra eléctrica.
El anfitrión muestra también a los visitantes una inmensa biblioteca con volúmenes sobre historia, sociología, literatura. Al costado hay una sala llena de discos de música de todo el mundo. En otro extremo, una muy bien diseñada sala de grabación. La vivienda es, en realidad, un ambicioso proyecto cultural en crecimiento al servicio de la comunidad de esta provincia ubicada al sur de Lima.
Tradición y modernidad
En un momento de la tarde, mientras pido a Susana y Gabriel retratarlos juntos en el patio de la vivienda, se teje entre ambos una amena conversación. Susana le habla de distintos músicos que ejecutan la música peruana en Estados Unidos. Gabriel reflexiona y se golpea el pecho a la altura del corazón, subrayando la importancia de interpretar cada tema peruano con sentimiento. No basta los conocimientos académicos y la técnica. Es preciso captar el sentimiento que trasmite cada canción. Ambos coinciden. He ahí la razón del viaje del sexteto a Cañete: entre sorbos de pisco puro y racimos de uva, los músicos van nutriéndose aún más de la esencia afro.
—¿Y qué piensas, Susana, sobre la música de Gabriel Alegría? —le pregunto luego.
—Bueno, es una música más moderna.
Susana responde como tratando de marcar distancia con el estilo en jazz de Gabriel Alegría. Apariencias que engañan. Conforme transcurre la tarde, el salón es tomado por el sexteto de Gabriel, conformado además por Laura Andrea Alegría (saxofón), Hugo Alcázar (batería) y Kike Purizaga (órgano). Aquel clásico del universo del jazz, Summertime, es interpretado en los vientos de Gabriel Alegría en landó.
Susana escucha sentada en un extremo del salón principal. En un momento de la descarga se emociona e improvisa una línea melódica con absoluta libertad. Este es un encuentro ajeno al discurso de la aparente distancia entre la tradición y la modernidad. Este es un encuentro de aprendizaje puro.
Gabriel Alegría es doctor en música y director de jazz del New Jersey City University. Con el sexteto han grabado seis discos. El último, titulado “Ciudad de los reyes”, fue reconocido como el mejor álbum de latin jazz por la revista New York City Jazz Record. Nieto del escritor Ciro Alegría, para más luces. Susana Baca, aquella niña a quien le fue negada una beca de canto por el color de su piel, hoy es una notable investigadora e intérprete: dos veces ganadora del Latin Grammy. Ambos alistan un nuevo disco.
Cae la tarde. Los chicos del conjunto de Cañete, dirigidos por Ricardo Pereira, toman los instrumentos y despliegan destreza en los ritmos afroperuanos. “Se nota que los golpes están en su sitio. Es bueno siempre escuchar. Luego tendrás tu propia personalidad”, le dirá luego Hugo Alcázar, el baterista del sexteto, a José María De la Cruz, el joven veinteañero de Cañete que ejecuta el cajón y la conga al mismo tiempo.
Hay un contrapunto de música. Entre canto y canto, surge un estribillo pegajoso desde el conjunto joven, en ritmo afro: “¡Si a Cañete voy, ya no vuelvo!” Susana se emociona y se quita los zapatos y baila, con la misma emoción y entrega de cuando lo hace en el Teatro Nacional o en cualquier escenario del mundo.
Pasada las siete de la noche, las almas lucen cansadas. Susana toma el micrófono y susurra un landó: “Algo de ti se ha escondido, entre tu calle y mi alma…” Negra presuntuosa, de Andrés Soto.
En correspondencia, Laura Andrea Leguía deja su saxo y desnuda las letras de un bello vals de composición suya: Puerto Pimentel: “Ayer estaba plena la mar, de blanca espuma…”
Más tarde, Gabriel Alegría le dirá a Laura Andrea Alegría: “tenemos que estudiar más los discos de Susana”. Y Susana expresará su interés por conocer más las composiciones de Laura Andrea. La mujer que interpreta temas como “Por tu ventana dormida”, del poeta Juan Gonzalo Rose, o “Viento del olvido”, de Manuel Scorza, o “Cariño”, de Manuel Acosta Ojeda, no oculta ahora su entusiasmo por descubrir las melodías y las letras de la joven saxofonista peruana radicada en Estados Unidos. Aprendizaje e intercambio puro.
La velada y el contrapunto afro nuevamente cobran calor en este rincón de paredes blancas y techo de bambú. Esta vez los jóvenes del conjunto de Cañete trenzan sus voces y cuerdas con el sexteto de jazz. Los visitantes norteamericanos se animan a bailar en la improvisada pista.
Y ahora es Susana quien raspa sus pies descalzos sobre el piso, envuelta en los aires de la trompeta y el saxofón de Gabriel y Laura. Baila Susana y el cajón de Freddy “Huevito” Lobatón marca el latido de su corazón. Baila Susana y extiende sus manos cual gaviota que vuela y vuela sobre el mar.
(Versión ampliada de un texto publicado en la sección Cultural del diario La República el 4 de febrero del 2019)