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Encuentros

Confesiones de un Zorzal

Una conversación con Juan Bolívar Crespo, en el otoño de su vida.

Entrevista: Pablo Marcial Salazar Cóndor

Ilustración: Marko Capcha

Tres meses antes de volar hacia la eternidad, El Zorzal Jaujino visitó en Jauja al profesor Pablo Marcial Salazar Cóndor. Era 1998 y el también periodista radial le propuso grabar una entrevista, para luego difundirla en su programa Voz de los Hatun Xauxas. El resultado es una cinta magnética de media hora de duración con testimonios inéditos sobre el proceso de creación de su obra.

Buenos días, Juanito Bolívar.

Buenos días. Es un gusto para mí saludar a mi tierra después de un tiempecito de ausencia, aunque no es mucho, porque estuve el 20 de enero.

¿Cuál es el embrujo, qué tienes en el corazón para que cantes con cariño y amor todas tus composiciones?

Te noto que hablas con mucha mesura, con mucho tino. Te voy a contestar lo que me dijeron una vez en una emisora cuando vine a Jauja: señor Bolívar, ¿qué se necesita para ser compositor? Yo contesté inmediatamente, haber nacido con esa cualidad.

¿Cuántas composiciones tienes?

168 composiciones. Y hay otras trescientas que, por falta de movimiento económico, no lo hago (registrar).

Hay una canción que gusta bastante a esta tierra y nos identifica: Jauja. Quisiéramos arrancarte algo del corazón, ¿cómo nació Jauja?

Mi negocio eran las reses. Yo las beneficiaba y las vendía en el mercado. Tenía mi puesto. Un día voy a la casa y la señora me dice, Juan, te han dejado un papel para que vayas a Masma a comprar unas reses de un señor Núñez. Eran cuatro reses. Al ir, por la vuelta que se da por Molinos y Julcán, iba a demorar mucho, así que fui con el vagón (del tren) que salía a la una. Bajé en Ataura y subí la cuesta esa. Cuando estaba arriba, todo cansado, y llevando en mi bolsillo mi piedrecita, que es costumbre para dejar al pie de la capilla —ese es el famoso Caypin Cruz—, volteo la vista hacia Jauja y veo un cuadro maravilloso que nunca podré olvidar (el Zorzal se emociona y unas lágrimas asoman en su mirada). Si me caen unas lágrimas, ¡déjalas que caigan!

«Volteo la vista hacia Jauja y veo un cuadro maravilloso que nunca podré olvidar»

Para tu Jauja querida…

Por supuesto… (Aquel día) llovía en todo alrededor, menos en Jauja. Y un sol maravilloso caía en la cúpula de la iglesia. Era una estampa dibujada, donde yo veía a mi tierra al rincón  del valle del Mantaro. Y ese mismo momento escribí las letras en mi libreta de compras y ya no me olvidé ni la música ni la letra. Pensé que nunca iba a gustar. ¡Qué va a gustar este tono! Sin embargo, hoy es el que ha hecho conocer mundialmente a Jauja.

Jauja tiene una deuda mil para ti por esta canción, por este huaino. (Pero también) te referiste (en otra composición) a la Mamanchic Rosario.

¡Ah!, la Mamanchic Rosario. Cuando estudié en el colegio Seminario San Antonio de los hermanos Maristas, nos enseñaron a querer mucho a la Virgen María. (Un día) vine especialmente acá y fui donde el padre que ya no era el padre Pancho, ya había finado. Al padrecito le digo: Vengo a grabar esto que lo he compuesto a la Virgen del Rosario, y permítame llevarme el tañido de las campanas (…) Entonces, cuando el padre vio la composición, me dijo: a las dos de la tarde, haré tocar las campanas en Jauja. (Cuando sonaron) todo el mundo se preguntaba qué ha pasado. Entonces dijeron: «el señor Bolívar está grabando las campanas para llevárselos a Lima, porque ha compuesto un tema para la Santísima Virgen».

También hay un tema que gusta mucho y cuyas letras dicen: Ayer te vi, linda rosa, y qué deshecha que estabas.

Ese fue mi primer amor. Linda Rosa fue mi primer amor. Ella tenía 18 años y yo 19 añitos nomás. Ella vendía frutas y yo carne. Nos miramos frente a frente. Era buena moza, muy bonita. Me enamoré tan locamente, como todo joven, que fui a solicitar la mano de ella para casarme. Pedí la autorización de mi papá y me dijo «no, hijo, esa mujer no te conviene, porque ella tiene tendencia a engordar». Y efectivamente ahora está bien gorda. (Risas). Qué hubiera hecho. Claro, no hubiera necesitado colchón, ¿no?

(Juan Bolívar Crespo cuenta que por esos meses de enamorado se vio obligado a abandonar Jauja, para trabajar en la carretera del tramo Ancón – Pativilca. A su retorno a Jauja se encontró con la siguiente sorpresa).

Vengo a Jauja después de un año y encuentro a Linda Rosa con un hijo. Entonces me cuenta la historia de que había sido abusada en Ricrán, cuando fue a comprar papa. Otra vez me fui a trabajar a la carretera. Pasó un año más y la encuentro ya con otro hijo, no del mismo padre, (sino) del papá de su sobrina. Entonces dije, este es un problema social, y le voy a cantar la Linda Rosa. Por eso dice «ayer te vi Linda Rosa, y qué deshecha que estabas. Si tú supieras, mi vida, qué gran dolor me has causado».

Disculpa la confianza, pero hay también una canción que dice: al pobre con su pobreza…

Al pobre con su pobreza y al rico con su dinero, por eso prenda querida, busca un rico don dinero. Yo también te digo con toda franqueza, tú tampoco me mereces. Así dice la canción.

¿Y por qué salió esta canción?

Porque las chicas económicamente bien puestas no nos miraban bien a nosotros, pues. Siempre había recelo. En cambio a los pitucos que se decía, con ellos sí tenían sus amistades.

Hay otra canción que nos hace llorar: Mientes.

¡Ah! Eso lo saco porque me ha pasado: vivir con mi misma esposa. Todo el tiempo me hacía ver una cosa, y no era lo que ella me hacía ver. Era mentira. No era la sinceridad. Por eso vivo apartado de mi señora.

Juanito, ¿y la canción que dice: «un tono de tunantada es mi querer  y una orquesta, mi emoción»?

¡Ah! Esa es la vida del tunantero. Pasa con mi esposa lo mismo. En su familia han sido todos tunanteros, llevados por el hermano Jara Arteaga. Así que ellos, al oído, saben diferenciar qué saxo está desafinado, qué arpa está con las notas tales o cuales movidas. Hasta ese extremo llegan. Es un poder auditivo que ellos han adquirido casi por herencia familiar. Por eso digo: yo soy tunantero, qué dicha es una orquesta buena y un tono que me alegre.

Pero Juanito, ¿quién es un tunantero?

Un tunantero —he estado estudiando eso— como dice el diccionario, viene del adjetivo tunante. Qué es tunante, según el diccionario: un vivo, un malcriado, un avispado, que te toma el pelo, y ese es el huatrila, ese es el dueño de la fiesta. No el huatrila con botas. El huatrila con botas es hijo del español con la ñusta, pero el huatrila legítimo es con chullo, con ojotas, con la camisa rota y su anillo de bronce grande. Yo he bailado de eso cuatro años.

Yo te voy a confesar: estaba muy joven, el corazón había despertado a querer y sale en ese contexto la muliza Siempre te recordaré.

Ah, ya. Esa es la historia de un amigo que recuerda mucho a su mamá y me invita un vaso de cerveza. Le acepté porque trabajaba en el mismo mercado que yo. Una cerveza, otra más y otra. Al poco rato se pone a llorar. Y me dice, mi mamá ha muerto. La hemos enterrado ayer. Ella me quería mucho, y ha quedado como recuerdo en mi vida sus consejos. Aún perdura en mi corazón la mirada de sus ojos, que me daban esperanzas de vivir.

Y le dije, por conformarlo, cuando se mueren nos toman la delantera nomás, después nos vamos también nosotros. No, Juancito, es que no era mi mamá, era mi madrastra. Así que dije, igual que el anterior, este es un problema social: cómo se llega a querer a una madrastra. Por eso compongo la muliza Siempre te recordaré, y pasó a la historia. Es lindísima.

Hay otra canción en huaino que dice: Tengo que quererte…

¡Nací para amarte! Bueno, tenía un amor por ahí que luchaba mucho por llegar a mí. Y yo hacía también malabares para no hacer trascendencia, ¿no? Entonces, compuse eso: Tengo que quererte, porque ya estás dentro de mi alma, qué me importa a mí si no me quieres, solamente mi corazón sabe que he nacido para amarte. Entonces, las mismas damas reconocieron que era un homenaje a ellas, primera vez que se cantaba para unas damas así.

Me llevaron a una tienda y ocho damas me invitaron una cerveza. Cada una hacía su cerveza y yo pobre, solito ahí, tomando como castigado. Entonces vine a la comisión de la tunantada, que me estaba buscando toldo por toldo, me encontraron y me llevaron. Dejé a las señoras. Tuvieron que levantarme en hombros y llevarme al Consejo a firmar como Hijo Predilecto de Yauyos.

Aquí recordamos otra de tus composiciones que es Mar de ausencia.

¡Ah, esa! Es justamente cuando un amor se va. No debes pensar que si me dejas, toda la vida te lloraría, sé que sufriría por mucho tiempo, que tarde o temprano te olvidaría. Yo sé que he perdido tu dulce dicha, y solo me queda tu ingratitud, en un mal de ausencia se va la vida, lágrima traidora, estás perdida. Porque uno llora. No vamos a decir que los hombres no lloran.

Sí, lloramos.

Claro que lloramos. Hay que ser bien hombres.

Estoy informado de que el Papa Juan Pablo II te envió una Biblia con su firma, por tu muliza Buscaré un mundo nuevo…

Te habrás dado cuenta que aquí en la fuga dice: ama a tu prójimo como a ti mismo, es ley divina que nadie escucha, cada cual busca su conveniencia, nada importa lo del vecino. Entre mis sueños y mis desvelos, ando buscando un mundo tan nuevo. Que la paloma vuele tan libre, las florecillas siempre florezcan. ¿Quiénes son las florecillas? Es la gente humilde. A eso voy.

Juanito, tú sabes que soy también tunantero. ¿Cómo cantas Jara Arteaga?

Ah, Jara Arteaga pues es mi cuñado. Entonces cuando él fallece, después de dos o tres años, vuelvo a Jauja, sin haber hecho gran cosa. Pero encuentro que el hijo de mi cuñado había contratado una orquesta de muchachos y dice: sabes que hemos hecho un gran negocio, hemos contratado una orquesta que no gasta en tragos. Así que va a haber un poco de justicia y corrección con ellos. Vamos, tío, me dice, para que escuches a ver qué tal han traído su tono. Y efectivamente escuché, pero francamente no me gustó. Y qué tal, tío, me dice, qué le parece a usted el tono. Ta’ bueno, le digo. No, me dice, usted está contestando así con una evasiva. ¿Quieres la verdad?, le dije. Sí, me dice. No, no me gusta. Entonces el joven que fungía del director de la orquesta se acerca ante mí, como haciéndome un llamamiento de razonamiento, Y me dice: ¿Y usted podría componer ahora mismo un tono? Cómo no. Y comienza a girar en mi cerebro la imagen de Jara Arteaga.

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