Cerca de cuatro décadas han transcurrido desde que Jorge Coulón Larrañaga llegó por última vez a Lima con Inti Illimani. Fue para el Sicla (Semana de Integración Cultural Latinoamericana) de 1986, recuerda. El distanciamiento prolongado, sin embargo, fue solo físico. El grupo chileno, desde su creación (1967), siempre estuvo muy vinculado al Perú y a su música.
También a sus músicos. En el hall de un hotel céntrico de Lima, Jorge Coulón, fundador y director del grupo, hace un ligero recuento de artistas con quienes coincidió y surgen nombres: Chabuca Granda, Susana Baca, Jaime Guardia. Y Perú Negro. Y Celso Garrido Lecca. Y Nicomedes Santa Cruz.
¿Cómo fueron los encuentros con Nicomedes Santa Cruz?
Coincidimos en un par de ocasiones en España. Después estuvimos acá (Lima), en el festival de la nueva trova; también en Cuba en 1982. En esa oportunidad sí tuvimos bastante tiempo, porque estuvimos toda una semana con otros músicos también. Tuvimos la oportunidad y tiempo para conversar más, de conocernos más, de conocer su afición por la ópera lírica. Era un gran conocedor de ópera italiana Nicomedes.
Y sobre la música andina, también comentó haber conocido a Jaime Guardia (en una entrevista a mitad de semana en el programa Tierra que Canta de Radio Nacional).
A Jaime Guardia lo conocimos por el año 1969. En casa de José María Arguedas, quien ya había fallecido. Ha pasado muchísimo tiempo. Uno recuerda con algún grado mítico. Yo recuerdo que éramos como esponja, absorbíamos todo. Para nosotros, imagínate, era una emoción muy grande estar en esa casa y conocer a un personaje tan importante, tan profundo como Jaime Guardia. Escucharlo tocar el charango era una experiencia musical realmente extraordinaria; yo diría casi mística. En esa ocasión también conocimos a Susana Baca. Luego también conocimos a Chabuca Granda.
El vínculo de ustedes no solo es con los músicos populares. El musicólogo chileno Juan Pablo González señala en uno de sus libros («Des/encuentros en la música popular chilena 1970-1990», Universidad Alberto Hurtado, 2017) que la presencia en Santiago del peruano Celso Garrido Lecca fue importante para el desarrollo musical de ustedes. ¿Cómo fue esa experiencia para Inti Illimani?
Celso Garrido Lecca fue una estimulación a la innovación. De alguna manera, en esa época, los músicos de academia estaban descubriendo a los músicos populares. Tuvimos la suerte de trabajar con Sergio Ortega, con Luis Advis, con Gustavo Becerra, otro músico chileno de formación académica. Y en este acercamiento, Celso nos ponía metas musicales más complicadas. Celso lo hacía desde su concepción del ballet. Él era jefe de la carrera de Composición en la facultad de música en Chile. Y bueno, una gran humanidad. Para nosotros fue importante tener la oportunidad de conocer a este, llamémoslo así, entre comillas, monstruo de la música, que además se ponía a disposición de los músicos descalzos como nosotros.
Una etapa de trabajo donde participó también Víctor Jara.
Bueno sí, Celso tenía una relación de amistad con Víctor Jara, a través de Joan (Turner), directora del ballet y bailarina. Tenían una relación antigua. Además todos los músicos trabajaban con el teatro de la universidad de Chile. Entonces, a través de ese contacto, también tenían relación con Víctor Jara.
Hay una anécdota que usted cuenta en su libro («La sonrisa de Víctor Jara», Jorge Coulón, USACH, 2022). cuando trabajan una nueva obra y Celso Garrido Lecca les gasta una broma a los músicos académicos durante un ensayo, ¿puedes recordarlo?
Fue una travesura de Celso. Estuvimos toda una semana con Celso ensayando. Teníamos que grabar parte de una música que estábamos haciendo para el ballet nacional (Los Siete Estados). Participábamos nosotros, también Víctor Jara e Isabel Parra, y músicos de la orquesta sinfónica. Nosotros leíamos algo de música, pero no podíamos leer a primera vista. Y no eran piezas fáciles. Por eso estuvimos practicando toda una semana. Al lunes siguiente tuvimos un ensayo con la orquesta. Celso no dijo nada. Entregó a cada uno la partitura, a nosotros y a la orquesta. Dio la partida y nosotros estábamos entrenaditos, pero los músicos de la orquesta se detenían y se equivocaban. Y Celso les dijo: maestros, qué pasa, ¿los músicos populares pueden leer a primera vista y ustedes se enredan?
La riqueza de una melodía
En una investigación sobre la generación peruana del 50 (en «Identidades, liderazgos y transgresiones en la música peruana», PUCP, 2023), Aurelio Tello cuenta que Celso Garrido Lecca tuvo que retornar a Perú tras el golpe de Pinochet (1973). Inti Illimani recibió la noticia en Roma y terminaron exiliados durante más de 14 años.
Las grabaciones continuaron en Italia. Siempre ligados a la música popular de América Latina, incluyendo, claro, la nueva música que iban escuchando de Perú. Esta tarde (30 de junio, 2023), en el centro de Lima, le obsequio a Jorge Coulón un reciente disco producido por el músico huancaíno Pio Altamirano en homenaje a Zenobio Dagha («Hermanoshray»).
―Ah, él es el compositor ―lo reconoce Jorge Coulón.
Estando en Italia, Inti Illimani había grabado, en 1979, el disco Canción para matar una culebra. La primera canción del LP es Hermanochay, una obra de Zenobio Dagha.
¿Cómo llegaron a la música de don Zenobio?
Mira, lo encontramos en un disco… Era una cantante peruana.
¿Alicia Maguiña?
Sí, sí. Algún amigo italiano nos hizo escuchar, porque estábamos en el exilio en ese tiempo. Así lo conocimos.
¿Y qué impresión les generó esa música, el huaylarsh?
Nos llamó mucho la atención la vitalidad que tiene. Era un tema bastante complejo.
En el disco Lugares comunes, ustedes también grabaron el Q’apac Chunchu de Cusco. Hay un trabajo armónico interesante. ¿Cómo es el proceso de los arreglos que realizan?
Mira, bromeando un poco, decimos que tomamos el tema como viene, con su versión original, y después lo echamos a perder (ríe). En realidad, trabajamos sobre ese material, con distintas técnicas de composición, con contrapuntos, con sonoridades de coloridos y tratamos de buscar toda la riqueza que puede tener una simple melodía; sea en lo rítmico o en lo armónico.
Q’apac Chunchu interpretado en vivo en el programa Tierra que Canta, en los estudios de Radio Nacional:
Un sistema que no ha caído
El 2019 fue un año especial para ustedes, en términos político y social. Hubo también mucho represión contra los jóvenes y afectaciones a los derechos humanos.
Lo que pasa es que cayeron las dictaduras en América del sur, pero no cayó el sistema que las dictaduras implantaron. En Chile, concretamente, todo el sistema económico ha seguido ampliando la brecha que hay y los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Hay una pobreza cultural. Ya no son ni siquiera ciudadanos, sino son solo consumidores. Y consumidores de los cuales se abusa: el sistema de salud, el sistema de pensiones; todos los sistemas sobre los cuales la gente debería tener derecho, como la educación pública, han ido siendo cada vez más malos, a menos que tú pagues. Entonces de esta injusticia se benefician pocos. Nunca en la historia Chile había tenido ricos que están entre los más ricos del mundo. Bueno, esa riqueza viene de sacarle el dinero a una sociedad que ya tiene poco.
Perú también pasa por una etapa de crisis y protesta social. Son 49 los fallecidos como producto de la represión. ¿Qué reflexión te genera esto y lo que vive, en general, América Latina?
Desde luego los seguimos y lo sentimos profundamente. Creo que no es distinto de lo que pasa en América Latina. Cualquier posibilidad de cambiar o cualquier posibilidad de avance social es reprimida ferozmente.
Algo final, ustedes acaban de grabar un nuevo disco: Agua, ¿de qué va esta nueva propuesta?
Es un trabajo recién salido, con un cantautor italiano (Giulio Wilson), de Florencia. Es sobre el medio ambiente y la sostenibilidad, sí, pero en un sentido más amplio que solamente el cambio climático o solamente la lucha por el ambiente. El ambiente es también la relación que tenemos entre nosotros; la relación que tenemos con nuestras vidas, con nuestro trabajo y, sobre todo, con el planeta que nos cobija. El planeta no ha crecido, sin embargo, la población se ha multiplicado diez veces desde hace un siglo. Entonces, si no somos capaces de entender eso y que lo que hay tenemos que repartirlo en justicia y cuidarlo, nos estamos yendo directo al desastre. (FIN).
* Versión ampliada de una entrevista con Jorge Coulón publicada en la sección Cultura de La República.
Enlace del nuevo disco: